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Un Plaqneta con un Virus

  • Foto del escritor: Eliana Padron
    Eliana Padron
  • 6 ago 2016
  • 3 Min. de lectura

Cuando hablamos de un virus toda la humanidad tiembla, entra en pánico, se libera una onda de energía tan negativa, pero tan negativa que se expande por todo el planeta, la misma llega hasta los confines del cosmos, lo cual hace que se siga expandiendo de manera vertiginosa.

Puede ser minúsculo en principio pero se convierte en algo monstruoso, aberrante, grotesco, casi como las películas de ciencia ficción, pero como bien sabemos la ficción nunca supera la realidad, así que tomen en cuenta esto.

El virus es un veneno muy potente y ya sabemos que todos los venenos vienen en embases muy pequeños, ya que no se requiere gran cantidad, unas gotas y listo su efecto es letal.

Este gran planeta azul, también llamado Gaia, es un organismo viviente que respira, que late al ritmo del universo, que nos proporciona de manera muy generosa todo lo que requerimos para vivir en el.

Pero estamos intoxicados con lo que nos han hecho creer, dando pie a esta sarta de locuras creadas a través de la mente inconsciente acorralada, subyugada, envenenada, esto es un proceso creado por el gran artífice que ha inventado todo lo que seguimos creyendo, estamos dormidos dando cabida al peor virus del planeta, la monotonía y la rutina..

La monotonía puede volverse patológica y derivar en diferentes trastornos psicológicos, llevando a la faceta previsible de la vida diaria, por lo tanto es un virus mortal.

Hemos convertido la vida en una rutina agobiante y extenuante, día tras día lo mismo, el trabajo, las colas, las mismas frases, las tareas impuestas, el agotador ir y venir rutinario, una y otra vez, el mal humor, las caras tristes o enfadadas.

Levantarse ya con la cara destemplada por la rutina de hacer otra vez lo mismo, dejamos de dar color a la vida, con la ausencia de matices, con la ausencia de notas, en el tedio que arruina nuestra esencia divina, termina convirtiéndose en ese veneno tan letal que va acabando con el humano, que va acabando con el planeta.

Hay un film que me encanta pues trasmite muy claramente como estamos atrapados por este virus, se llama “El día de la Marmota”, (Groundhog day), protagonizado por Bill Murray, que queda atrapado en el tiempo.

Así se va reproduciendo una escena que se repite día tras día, hasta que se hace consciente y comienza realmente a ver a su alrededor, a percibir cada cosa, cada situación, cada persona, a percibirse a sí mismo, allí está la clave, allí está el camino a la felicidad, allí se sale de la monotonía tan intoxicante que es parte de esa creación de la tan mortífera mente colectiva que quiere el control absoluto, que quiere el poder absoluto y que se lo hemos otorgado.

Pero hay algo maravilloso que todos sin excepción tenemos el libre albedrio, cuando somos consciente de esto dejamos de estar aburridos por hacer lo mismo, por estar en una eterna queja, de no querer hacer esto o aquello, dejamos atrás todo eso, rompemos con esa cadena tan virulenta que nos adormece, convertida en un parasito que se alimenta de nuestra mente, comenzamos a hacer lo que realmente queremos hacer y a disfrutar de todo ese don que tenemos en absoluto deleite.

Comenzamos a percibirnos, comenzamos a percibir lo que nos rodea, a regocijarnos de cada cosa, de cada situación, de cada persona, aceptando sin hacer oposición, realmente comenzamos a vivir, comenzamos a respirar, vemos claramente el camino, nos convertimos en el camino, vemos claramente que es una aventura mágica, vemos el momento, mejor dicho nos convertimos en el momento y cuando logramos este maravilloso estado no hay nada que lo pueda superar.

Es entonces cuando le quitamos poder a tantas tontadas creadas, nos sentimos jóvenes, nos sentimos felices, nos embarga una perenne alegría, que sana, ya que nuestras endorfinas se activan como un festejo que va directo a nuestro ADN energético que se conecta con el cosmos y formamos ese todo infinito.

Ya no hay monotonía desconocemos que es eso, vibramos con el latido de la madre tierra, vibramos con el latido universal, vibramos porque somos energía.

Eliana Padrón

 
 
 

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